miércoles, 24 de agosto de 2011

En el Tractor de Tortolero

             En un viaje reciente a una ciudad remota de mi país, Puerto Ayacucho del bellísimo estado Amazonas, tuve la oportunidad de conocer a un personaje singular que me dio una gran lección de vida.

Todo comenzó con un simple paseo, nuestra anfitriona, a pesar de que insistía en que no teníamos tiempo para todo lo que debía mostrarnos, insistió en que conociéramos a una persona, a la cual describía como “Todo un Personaje”, y ahora entiendo porque.

Luego de unos kilómetros del eje carretero sur que recorríamos, y a unos 2 km quizás de la vía principal encontramos su singular morada, una bandera de Venezuela que ondeaba al viento nos daba la bienvenida, al igual que Silvia y Ulises, los 2 perros  que corrían alrededor del automóvil intentando adivinar quién visitaba su morada. Seguido de ellos salía a nuestro encuentro el Sr Tortolero, hombre de quizás unos 65 años o más, alto, delgado, de cabello blanco, largo hasta los hombros recogido con una cola, tez morena y anteojos que escondían una mirada limpia y brillante que no sueles encontrar en personas de su edad, con una amabilidad singular, sin importarle que habíamos interrumpido su almuerzo, no dudo en ofrecernos la entrada a su humilde y realmente original morada, construida por sus propias manos con madera, bambú y paja (o moriche); y una taza de rico café acompaño el encuentro.

De repente mi amiga le pide que nos muestre un manantial, que al parecer él les había mencionado en visitas previas, y el Sr. Tortolero, sin dudarlo, se animo a llevarnos, con la salvedad de que el modo de llegar a el manantial del que tanto hablaban seria en su tractor, única posesión de este hombre y del cual estaba orgulloso.

Ya se imaginaran 4 personas además de el Sr. Tortolero montados en singular medio de transporte, y confieso que en un principio pensé que era una locura, pero accedí a su ofrecimiento. Allí comenzó nuestra pequeña aventura, sosteniéndonos de lo que podíamos, pues en un tractor el único asiento es el del conductor, nos adentramos vegetación adentro, por caminos que parecían hechos por el mismo tractor quizás de tanto ir y venir, al principio encontramos una que otra vivienda luego solo verde que rodeaba nuestro camino, Tortolero hablaba, de la vegetación, de animales y de su propia vida. Recorrimos quizás unos 20 o 30 minutos hasta el pie de una montaña o realmente una gran piedra en donde nacía un pequeño manantial de agua cristalina entre rocas y piedras y entre arboles verdes que no dejaban atravesar el sol.

Pero ese, aunque era el manantial del que nos hablaban, y al que diariamente visitaba el Sr. Tortolero, no era el final de nuestro camino, volvimos al tractor y recorrimos unos kilómetros más hacia otra montaña, en donde se detuvo, desde allí subimos entre arboles y vegetación, una subida algo resbalosa y difícil para alguien con un pie lastimado, pero aun esas dificultades bien valieron la pena. Nuestra siguiente parada una cueva muy singular formada por 2 inmensas rocas una al lado de la otra, y en el medio de ellas, un árbol que se negaba a ceder su espacio a las rocas y que subía hasta tocar el cielo, y entre sus ramas  unos rayos tímidos asomaban, dándole a esa “cueva” una luz especial, Tortolero nos contaba que ese paisaje único fue utilizado en la filmación de una película llamada Cenizas Eternas. Desde allí subimos un poco mas esta vez por encima de las inmensas rocas unos metros más, hasta llegar a lo que sería lo mejor de todo ese improvisado paseo. Luego de la subida al dar la vuelta, la visión de algo que parecía tan hermoso como irreal se levanto ante nuestros ojos, un verde brillante  y en distintos tonos de arboles y  vegetación que parecían extenderse hasta el infinito, limpio, extenso, que hacia el final se entremezclaba con el cielo azul que parecía darle la mano; no había rastros de la civilización de la cual veníamos, nada de edificios, carreteras o automóviles se veían desde allí, como si ese lugar fuera lo único que existiera, y allí el aire que tocaba nuestros rostros, fresco y puro, nos traía también un poco de paz, esa paz que quizás no nos habíamos dado cuenta de que necesitábamos tanto, pero que en cada respiro entraba en nuestro ser hasta llenarlo por completo. Nadie recordó lo difícil de la subida, nadie menciono la incomodidad del viaje en tractor, de hecho nadie dijo nada, solo contemplamos ese pedazo de paraíso, con un suspiro y una sonrisa en los labios, fue el Sr. Tortolero el que rompió el silencio, contándonos como subía allí cada vez que la nostalgia lo invadía y quería reencontrarse con sus recuerdos, recuerdos de su tierra natal un pequeño pueblo llamado Nirgua, y de sus viajes a Chile,  o simplemente cuando quería “calmarse”, o apaciguar sus pensamientos y ponerlos en orden. Nos conto, como sin ser de esa tierra, se enamoro de ella hasta el punto de sentirse parte de ella,  hasta sentir que esa tierra llenaba su vida y satisfacía sus más grandes anhelos; “Yo nunca dejare este lugar, y el día que lo haga será con los pies por delante”, nos decía refiriéndose a que solo muerto abandonaría ese pequeño Edén. Y entonces dijo algo que resonó en mi mente “Yo no tengo nada, pero aquí,  siento que tengo todo, y soy Feliz”. ¿Cuantos de nosotros pueden decir esas palabras?, ¿Cuántos de nosotros pueden encontrar realmente la felicidad, así sin tener nada? Buscamos tener mas y mas cada día, porque eso nos dará posición, seguridad, respeto, y porque no, felicidad; pero a veces, aun teniendo tantas cosas materiales, solo un vacio nos acompaña, un vacio que llena nuestra vida y opaca nuestra mirada, pero nos decimos a nosotros mismos, “Esto era lo que quería”, porque así, algún día quizás lo creeremos realmente. ¿Cuantos nos hemos detenido a contemplar el sol que se esconde en el atardecer?, ¿Cuántos de nosotros sonríe y es feliz con lo que es, con lo que tiene? El Sr Tortolero, es cierto, no tenía nada, salvo su tractor, su humilde casa, y aun así la felicidad brillaba en sus ojos, y se transmitía a todos y a todo lo que hacía.

Regresamos al tractor, y el camino de regreso lo hicimos con una sonrisa que nadie podía borrarnos, en la casa Ulises y Silvia nos daban la bienvenida. Y al llegar tomamos esta foto, única de este singular paseo, porque aunque teníamos cámaras, ninguno la llevo, quizás, porque no esperábamos descubrir tan hermoso paisaje, pero nuestra mente lo conserva como un preciado tesoro. Pero no podíamos irnos sin esta foto sobre el tractor de Tortolero.

Así nos despedimos de este singular personaje, que no solo nos dio el regalo de su amabilidad, esa amabilidad de a quien no le importa compartir aun lo poco que tiene;  nos dio también el regalo de su compañía; el regalo de un paisaje hermoso bendecido por Dios, que aunque no le pertenece, lo siente como suyo; nos regalo un paseo en tractor, y nos regalo un pedazo de su inmensa sabiduría, y una lección de vida, que por lo menos yo, jamás olvidare, y estoy seguro que mis compañeros de viaje tampoco.

Gracias Sr. Tortolero y espero volver a encontrarlo, y volver a viajar en su tractor.



viernes, 12 de agosto de 2011

Cuando escuchas a tu corazón


Cuando escuchas a tu corazón, la prepotencia y el orgullo nunca guiarán tus pasos, los guiará el amor.
Cuando escuchas a tu corazón, en el camino de tu vida, no buscaras herir a nadie para lograr tu propio beneficio, serás siempre honesto.
Cuando escuchas a tu corazón, en cada encrucijada de tu vida, sabrás cual es el camino correcto.
Cuando escuchas a tu corazón, mas allá de tus dudas, sabrás encontrar tu verdad.
Cuando escuchas a tu corazón, aun en tus más terribles noches sabrás encontrar la luz.
Cuando escuchas a tu corazón, aun en tu mayor dificultad, el te mostrara la salida.
Cuando escuchas a tu corazón, por encima de todo el ruido de la confusión, podrás escuchar cómo te dicta tu camino.
Cuando escuchas a tu corazón, la hipocresía y la mentira, no tendrán cabida en tu alma.
Cuando escuchas a tu corazón, sigues el camino de la inspiración, camino que siempre sacara de ti, lo mas bueno y noble.
Cuando escuchas a tu corazón, entenderás que de cierta forma, el mismo Dios guía tus pasos, y por El son bendecidos.
Cuando escuchas a tu corazón, percibes el mundo de forma distinta, encontrándole a lo que te rodea lo positivo.
Cuando escuchas a tu corazón, empiezas a distinguir, el camino correcto del camino fácil.
No siempre es fácil, a veces, las dudas influencias de terceros, lo que te rodea, no te deja escuchar tu corazón.
A veces lo que te dicta tu corazón, puede parecer más difícil y doloroso.
A veces, aunque tu corazón te dice que algo no es correcto, falsos destellos pueden deslumbrarte.
Solo silenciando los ruidos externos y apagando los falsos destellos, lograras escuchar tu corazón.
Y cuando lo logras, cuando escuchas a tu corazón, descubres que ese contacto con tu voz interna, es como tu contacto con Dios, y al final te dará el camino hacia la felicidad.


jueves, 4 de agosto de 2011

Hace Falta Llorar...





Cierro mis ojos, como si al hacerlo intentara borrar lo que hoy me causa dolor, como si al hacerlo pudiera como por arte de magia hacer desaparecer aquello que ya no puedo llevar sobre mis hombros. Una lágrima se escapa de la prisión de mi alma, y libre corre por mis mejillas, seguida de una y de otra y otra mas, ya no podían seguir encerradas. Sí, estoy cansada, triste, decepcionada, enfadada y aunque me cueste admitirlo, derrotada.

Y hoy, en esta oscuridad, en el silencio de mi cuarto, lloro sin parar y sin que me importe, grito sin parar y sin importarme que alguien me escuche o no, por Dios, cuanto lo necesitaba, me trague tantas veces mis palabras y opiniones, por llevar la fiesta en paz, por evitar conflictos, y ¿a quién ayudo esto?, ¿a quién le hizo bien?, ¿de qué sirvió callar?, ¿de qué sirvió aparentar?, si cada palabra que no dije, se quedo atorada en mi pecho, hasta que llego un punto, en que no me dejo respirar, y hoy las suelto al aire, pues nadie me escucha, y lloro, mas que de tristeza, de rabia, de impotencia, de desilusión.

Sé que nada cambiara, se que la tierra no moverá su curso, se que nadie se detendrá y cambiara por mí el destino que trace con pisadas confusas y dadas con inseguridad, pero era necesario, es necesario poner un alto y de una vez por todas soltar lo que acumule por tanto tiempo, y que pesa como si sobre mis hombros llevara el mundo, así no puedo continuar, así no puedo dar un paso mas.

Y hoy, quisiera decirle a quien desde pequeña me enseño que de nada sirve llorar, que estaba equivocado, porque si, es cierto, nada cambia, pero quitarse ese peso del alma, es más que necesario, imprescindible.

Hoy, no me avergüenzan mis lágrimas, soy un ser humano mas que siente y padece, las tormentas de la vida y a veces hace falta llorar…

Hace falta conocer la oscuridad para valorar la luz…

Hace falta vivir entre sombras para descubrir la claridad…

Hace falta el gris de la vida, solo en la justa medida, que nos permita mas tarde transformarlo en color.

Abro mis ojos, hinchados, cansados… vacios, el dolor se marcha, en Tus manos pongo mi impotencia, y a un lado pongo mi carga, para mirarla desde otra perspectiva. Y confío, que al final de esta noche, mi tormenta se habrá convertido en calma, los obstáculos siguen allí, como sigue allí lo que me trajo a este punto, pero al llegar la mañana se que renovado mi espíritu, tendrá fuerza para hacerle frente… Hoy solo he caído, mañana, me pongo de pie, me sacudo el polvo, respiro profundo y empiezo de nuevo…