Llegaste un día a mi vida, sin entender muy bien porque lo hacías, el miedo invadía tus ojos, y la incertidumbre de no saber, porque sentías lo que sentías, porque te habían traído al lugar donde yo estaba, y porque te hacían todas esas cosas desagradables sin explicarte. Veías a tus padres buscando consuelo, pero solo encontraste una mirada perdida y quizás tan asustada como la que tú tenías.
Te tome de la mano, y te lleve conmigo para ver como estabas, bajo la mirada vigilante y angustiada de tus padres; te hable al oído con palabras dulces, pero sé que tu miedo no te permitió escucharlas y mucho menos entenderlas. Probablemente te preguntabas: ¿Que hago aquí?, ¿que está pasando?, ¿por qué no puedo ir a casa?, leí en tus ojos todas esas interrogantes, y aunque no lo creas, yo también me lamentaba por la situación que te había tocado vivir.
Les hable a tus padres, y sé que escuchaste, buscaste respuestas, pero tu madre lloraba y no volteaba a mirarte. Entonces me acerque a ti, te hable, y te explique, créeme de la mejor manera que pude, lo que pasaba, pero tonta de mi, como podías entender? "células buenas, células malas", era demasiado, era como otro idioma para ti, pero en tu mente, antes preocupada solamente de tus juegos, tus tareas, tus amigos, una sola cosa quedo grabada, algo no estaba bien. Y nuevamente te di mi mano, para que comprendieras que estaba contigo y que te ayudaría.
Tuviste que quedarte en este lugar, para ti tan oscuro y triste, y cada día cuando iba a verte te saludaba y sonreía, aunque no me respondieras. Muchas cosas duras para ti, pasaron allí, y espero que entiendas hoy, que siempre quise mitigar tu dolor.
Poco a poco, a medida que mejorabas, tu ánimo cambio, volvías a sonreír, volvías a jugar, y tus ojos brillaron otra vez. Respondías mi saludo, y me hablabas, haciéndome todas las preguntas que quizás cuando nos conocimos no te atreviste a hacer.
Fueron muchos días, lo sé, y todos los días al verme, una pregunta se hacía repetitiva: ¿Cuando irías a casa?, nunca olvidare la alegría que sentiste, cuando al fin pudiste hacerlo, y aunque debías venir luego a visitarme con regularidad, lo que implicaba soportar algunas cosas desagradables, lo aceptaste bien, tal vez no con sumo agrado, pero sé que emprendiste que todo lo hacíamos por tu bien. Y tus visitas se convirtieron en parte de tu rutina diaria y se entremezclaron con tus juegos, tus amigos, tu colegio. era parte de tu vida.
Ha pasado ya un tiempo, y tu camino conmigo está llegando a su final. La última vez que te vi, antes de irte, te diste la vuelta y me abrazaste, y sentí, como tu abrazo toco mi corazón. No hubiera querido que la vida nos juntara en las circunstancias que lo hizo, pero sé que Dios me puso en tu sendero, para que te tomara de la mano y te ayudara a caminar, y más que nada, agradezco que así lo hayas entendido.
Esa fue tu historia, y recordarla, siempre me llena de alegría.
Pero para los que no entienden lo que trato de decir, aclarare algunas cosas: Tú fuiste mi paciente con Cáncer, y yo fui tu doctora, tú historia, es una de tantas que se han cruzado con mi historia, y que me han dejado grandes enseñanzas de vida.
Y me preguntaras, que aprendí realmente??
Aprendí, que no debo ignorar tu miedo, y debo tratar de hacerte sentir seguro, que tomarte de la mano, no me quitara tiempo y puede hacer mucho
Aprendí, que debo entender a tus padres y sus angustias
Aprendí, que si uso palabras extrañas no me entenderás, y debo buscar la mejor forma de comunicarme contigo.
Aprendí, que debo dejarte gritar y llorar sin molestarme, pues necesitas desahogar tus angustias de alguna manera.
Aprendí, que no debo hacerte falsas promesas, pues te pondrás triste si no las cumplo.
Aprendí, que debo decirte, de una forma que lo entiendas, lo que va a suceder, y así colaboraras conmigo y por ti, para tu recuperación
Aprendí, que tu juguete favorito puede convertirse en tu mejor amigo, y que debo permitir que este contigo.
Aprendí que tus padres son tu mejor apoyo, y que no puedo alejarlos cuando te sientes ansioso o asustado.
Aprendí, que debo escucharte, pues tal vez tus ideas, me ayuden a que este proceso que atraviesas sea más llevadero.
Aprendí de tu dolor, a mitigar el dolor
Aprendí de tu sonrisa, que a pesar de todo los golpes que nos de la vida, siempre es posible sonreír.
Aprendí de la forma en que enfrentaste tu enfermedad, lo que era coraje y valentía.
Tu historia cruzo con la mía, como muchas otras, algunas no tuvieron la misma suerte, cada una fue una oportunidad de aprender.
Y tu amig@ que lees estas líneas, tal vez pienses que esta historia nada tiene que ver contigo, pero yo te diré, que estas muy equivocado, todo lo que aprendí, forma parte de mi vida y también puede formar parte de la tuya.
Cuando ves que alguien tan pequeño se aferra a la vida con uñas y dientes, aprendes a valorar un poco más la tuya, con sus simplezas y pequeños detalles, para ti siempre rutinarias e invisibles. El sol se convierte en un regalo, la brisa que refresca en una bendición. Y así, despertar cada día son una victoria, Dios te ha regalado un día mas, una oportunidad mas, un milagro mas.
Cuando ves a alguien que pasa por una situación como esta, y aun así conserva la alegría, la inocencia, la capacidad de asombro, de disfrute, no puedes mas que decirte a ti mismo: "Yo también puedo hacerlo"; ¿como puedes gozar de plena salud y no lograr descubrir esta magia que la vida esconde? ¿como alguien que camina en la cuerda floja entre la vida y la muerte puede no solo descubrirla, si no apoderarse de ella y llenar con su chispa cada rincón de su ser?.
Pero no, los seres humanos esperamos estrellarnos contra la pared de la desesperanza, para darnos cuenta que teníamos otro camino. Contemplar el abismo es a veces lo único que nos hace querer volar, y perder aquello que tuvimos y a lo cual no le dimos importancia, nos hace descubrir en su ausencia su justo valor.
No seamos como esas personas anestesiadas en la vida que se han negado a sentir, a vivir, a sonreír, a jugar, a soñar; y así como yo aprendo de las historias de mis pacientes, de "mis niños", te invito a ver a tu alrededor lo que tienes y agradecer por ello, otros no han tenido las oportunidades, ni el tiempo para vivir que tú has tenido, y aun así lo hacen con tanta energía que un segundo de vida de ellos son como mil años. Ellos conocen el dolor, crudo e inclemente, como de seguro nunca lo has conocido tu, y sonríen, no tímidamente, si no a carcajadas.
Lo que aprendí de ti, fue a ser mejor persona, mejor medico, mejor ser humano. Espero que otros también aprendan lo mismo.